¿De qué hablamos cuando hablamos de humor?

por la Profa. de Literatura Mariana Salvetti Sanchez

UN TEMA PARA TOMÁRSELO EN SERIO

¿A qué nos referimos cuando hablamos de humor? Sin duda que la primer asociación  a la cual nos remite este término es a la risa, a la comicidad,  o en otros casos al estado de ánimo (estar de buen o mal  humor),  o simplemente a la disposición para hacer algo.
Un dato curioso en la  definición del humor es el sentido etimológico de esta palabra. “Humor” procede del latín “humoris” que significa “líquido, humedad” fundamentalmente el agua que rezuma de la tierra (tierra procede de “humus”). Parece que en la Antigüedad se  creía que el cuerpo humano estaba formado por cuatro líquidos básicos que a su vez se asociaban a los elementos de la naturaleza: la sangre (aire), billis amarilla (fuego), billis negra (tierra) y flema (agua). De esta forma se pensaba que el equilibrio o desequilibrio  (exceso o deficiencia) de algunos de estos “humores”  determinaba el estado de la persona. De ahí la expresión  tener “buen o mal humor”.

   ¿Pero realmente sabemos cuáles son los fenómenos que producen risa y que realmente se pueden calificar de humorísticos? Esta sería una pregunta sobre la cual deberíamos detenernos para entender realmente el sentido y la función del humor en la cultura,  más aún si pensamos en los referentes actuales de los diferentes medios (artístico,  televisivo, gráfico) que supuestamente entrarían en la categoría de “lo que produce humor”.

 Por ejemplo, en nuestro país tenemos la suerte y el privilegio de haber cultivado géneros muy  completos que han experimentado una evolución artística inconmensurable como lo son  la murga y los humoristas. 
Ambos,  como espectáculos integrales que son,  involucran distintas expresiones artísticas como el canto, la danza, el  teatro, la música y  las artes plásticas,  y el humor en ellos  se convierte en un modo de presentar la actualidad social, política, económica y cultural de la sociedad. Se valen de medios expresivos como la actuación o el drama, cuya función es mimetizar (en el sentido de “mimesis” o imitación) las conductas humanas para que el espectador se vea en ellas como si fuera un espejo. 

Sin embargo,  hoy  se puede observar  otro tipo de fenómenos no tan creativos y auténticos en lo que al humor se refiere, que han invadido notoriamente la esfera cultural rioplatense, y que han tenido durante los últimos años un influjo netamente avasallador a través del medio más  masivo y poderoso que es la televisión. Más específicamente me  refiero a los programas de entretenimiento. En este tipo de fenómenos televisivos la forma en que se utiliza el humor deja ciertas dudas y nos plantea una interrogante: ¿todo lo que produce risa se puede calificar como “humor”?. 
  En este sentido el punto clave es saber cómo generar la risa y cúales son los medios que se utilizan para motivar ese estado. Para ello debe existir  un trabajo intelectual serio y conciente de lo que se transmite a través del humor y los alcances que ello puede generar en el receptor.
  El gran problema con esos programas de entretenimiento es que  desvirtúan el concepto del humor y de lo cómico, poniendo énfasis en aspectos superficiales como la ridiculización, el melodrama, el chiste obsceno, cruel, la humillación, la burla. Todas estas formas  se ven hasta el cansancio en programas  en donde se repiten diariamente los errores de conductores, donde se bombardea con las disputas entre famosos; es así como se va  imponiendo poco a poco en el imaginario del espectador una cultura de lo cómico sustancialmente vacía de contenidos y que además desvaloriza su valor crítico y constructivo.


Pero afortunadamente en  el campo literario (y en otros también) se ha sabido rescatar ese valor que estos medios intentan deconstruir. Ya lo supieron hacer magníficamente los dramaturgos antiguos como Aristófanes con sus comedias, también  Quevedo en las letras españolas con su ingenioso  y picante humor  y hasta la ironía y la sátira anticlerical de El lazarillo de Tormes. Y acercándonos un poco más a las letras contemporáneas nos vamos a encontrar con un claro exponente  del humor crítico, mordaz y elocuente: Leo Masliah


Leo Masliah nació en Montevideo en 1954. Es escritor, cantautor y  músico compositor. Su obra literaria abarca fundamentalmente el género narrativo y dramático. Se caracteriza por un estilo original sustentado en el humor, la sátira y la ironía. Actualmente realiza actuaciones en ambas márgenes del río de la plata y su reconocimiento ha sobrepasado las fronteras de nuestro país. Gracias a la reformulación programática de la currícula de la asignatura Literatura hoy se lo incluye dentro de la amplia gama de autores nacionales contemporáneos.


 En Masliah el humor se convierte casi en una lupa a través de la cual se proyecta una mirada perspicaz e irónica de  los aspectos más subyacentes de nuestras conductas sociales, así como  de los entornos en los cuales nos movemos habitualmente (trabajo, hogar, parada de ómnibus, centros educativos). Bajo esa lupa se revelan,  y en el fondo hasta se cuestionan, ciertas actitudes que forman parte de la condición humana y de nuestra  ética (profesional, individual, etc). 
  Los  temas que subyacen en sus obras  son bien actuales: la incomunicación, el consumismo, la trivialidad en  los medios de comunicación, la  burocratización de las relaciones humanas. Y en su planteo se sirve potencialmente del humor y la ironía para exteriorizar todo aquello que está tan aceptado y naturalizado en la sociedad.
  Su  universo literario está determinado por personajes totalmente comunes, de diversos oficios y ocupaciones; por eso  raras veces encontramos en él seres sobrenaturales o fantásticos. Justamente una  particularidad de su estilo es situarlos en situaciones que aparentemente no se ubican  dentro de los parámetros de lo que convencionalmente se define como “normal”,  y que algunos podrían hasta juzgar de “absurdas”. Es allí donde se fundamentan algunos de los títulos de sus libros como los “Cuentos impensados”. 
Es un autor que pareciera jugar con esos personajes involucrándolos en circunstancias que en el terreno de lo “real” parecerían imposibles, pero que sin embargo revelan en muchos casos lo más absurdo de nuestras costumbres y comportamientos.
Su humor por lo tanto no es nada casual ni ingenuo, siempre es tendencioso y nos  invita a reírnos, y a reflexionar sobre lo que somos, lo que pretendemos mostrar y lo que a veces queremos ocultar.

Les dejo  a continuación un breve relato del autor que pertenece al libro “Cuentos impensados” publicado en 2008 por la editorial MENOSATA.
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CANAL DE NADA

Hay un canal nuevo en la televisión. Es un canal de nada. Transmite durante las veinticuatro horas y tiene una programación dinámica y muy variada, aunque todos sus espacios tienen en común el ser espacios de nada. Pero la gente que va fijando las pautas generales que rigen la programación y los directores de cada programa específico tienen una capacitación sin la que no podrían llevar adelante su labor, ya que no todas las clases de nada son aptas (la nada es una sola, pero son incontables las formas de mostrarla) para captar la atención de las enormes masas de televidentes o el interés de la grandes empresas que patrocinan los programas (algunas son empresas de nada, pero otras son de muchas cosas, no se vayan a creer que no). Hay que saber cómo hacer nada, y sobre todo, dando la impresión de que se está haciendo algo, teniendo siempre cuidado de que esta impresión no cruce la delgada línea que la separa de una percepción, o sea, que realmente esté pasando de no hacer nada a hacer algo. Es todo un arte este tipo de natación, natación de nadar pero no en el sentido de nado sino de nada; es todo un arte la nada sincronizada. Hay que cuidar que, aunque se trate de hacer nada, el hincapié de los programas se tiene que dar no en el hacer, sino en nada. Pero sin mostrar que se está haciendo hincapié en eso, y tratando de aparentar todo el tiempo que hay mucho trajín, mucha actividad, que estamos con  esto o con lo otro, que vamos a estudios o al móvil o a Fulana que está allá o a este otro que está frenético por pasarnos el informe de todo el glamour que se está desplegando sobre nada. Pero en estas ostentaciones de no hacer nada a veces se producen fallas y no hay nada  que hacerle. Por ejemplo,  hubo un programa donde iban siguiendo a una famosa modelo por distintos lugares donde ella no hacía nada; iban con ella a Cancún, después a Roma, después a las islas Fidji, y en cada lugar iban mostrándola a ella sin hacer nada y también había largas secuencias donde pasaban tomas de los viajes de un lugar a otro, mostrando cómo durante cada viaje esta modelo se pasaba también todo el tiempo sin hacer nada. Pero lo que pasó con ese programa fue que por momentos los realizadores explicaban o daban a entender demasiado claramente las distintas etapas del registro que iban llevando a cabo; entonces, aunque ese registro era un registro de nada, el hacerlo sí era algo, y al haber tomado durante algunos instantes ese algo como tema o como foco de atención del programa, sus realizadores entraron en una flagrante violación de las directrices que se les había fijado y fueron despedidos.
Ahora están tratando de hacer algo para subsistir, pero nada.

Leo Masliah


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